El sha Abas, líder del Imperio safávida, llevó a cabo la modernización de su ejército, reorganizándolo en ghulams integrados por individuos caucásicos y contando con la asesoría de los hermanos Shirley. El monarca persa tomó la determinación estratégica de pactar la paz con sus enemigos para poder enfocar sus recursos militares en el conflicto contra los otomanos, quienes experimentaron una sucesión en el sultanato de Mehmet III a Ahmed en 1603.
En 1604, Abas ordenó una operación militar en el lago de Urmia que resultó en la recuperación de Azerbaiyán y la ciudad de Tabriz, haciendo uso de la movilidad de sus tropas y el empleo de tácticas modernas altamente entrenadas. Por parte otomana, se presentó un colapso de sus fuerzas: la línea defensiva fue quebrada, la caballería sufrió grandes pérdidas y su comandante, Cigalazade Yusuf Sinan, se vio obligado a retirarse junto a sus restantes unidades.
Escribió Türkçelik que:
Para no caer en manos de sus enemigos, Cigala tuvo que escapar del campo de batalla dejando atrás su hacienda, cañones y soldados. Enfadado por las consecuencias, mandó la ejecución de Huseyin Pasha, el gobernador-general de Alepo, quien no había llegado a tiempo con su ejército para socorrerle. Sin embargo, este Huseyin, siendo la cabeza de la familia Canbuladoglu, era el líder más poderoso político-militar del Norte de Siria. Su ejecución provocó que sus seguidores, encabezados por su sobrino Ali Pasha, iniciaran una rebelión independista que amenazó a los otomanos en los años siguientes (Türkçelik, Cigalazade Yusuf Sinan Pasha y el Mediterráneo entre 1591 y 1606, 2012, pág. 279 y 280).
Ahmed pone fin a la Larga Guerra
El 1 de noviembre de 1606, el Imperio otomano se vio obligado a suscribir un tratado de paz con la Casa de Habsburgo. Con ello, el sultán Ahmed puso fin a la denominada Larga Guerra, conflicto iniciado una docena de años antes por su abuelo.
De Bunes evaluó esta paz de la manera siguiente:
Hasta ese momento todos los tratados con los cristianos habían partido del principio de la sumisión de los príncipes por sus apetencias a las tierras fronterizas, mientras que en este tratado el emperador deja de pagar el tributo anual que entregaba a Estambul desde mediados del siglo XVI, lo que supone una cesión que los sultanes anteriores nunca se hubieran permitido. Por esta cesión logra que se respeten las fronteras anteriores al inicio de la “larga guerra húngara”, lo que sí se puede considerar un éxito en alguno de los frentes de la extensa contienda. Rompiendo la tradición inaugurada por Mehmet II, Rodolfo II logra la igualdad en los tratos diplomáticos (de Bunes Ibarra, 2015, pág. 165).
Ahmed aprovecha la expulsión de los moros en España
El Imperio otomano enfrentaba desafíos significativos para mantener el control interno, especialmente en las provincias limítrofes con el territorio safávida. Paralelamente, se generaron nuevas oportunidades en el norte de África tras la expulsión de la población morisca de España en 1609, y el sultán Ahmed facilitó su asentamiento en Túnez con el objetivo de consolidar un grupo leal a sus intereses futuros.
Una vez establecidos en estas nuevas regiones, los moriscos aprovecharon los recursos hídricos disponibles para desarrollar cultivos agrícolas innovadores. Además, contribuyeron —aunque en menor medida— a la configuración de las fronteras, que en gran parte definen el Magreb en la actualidad.
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